20/2/15

Un parque eólico en casa *

 
Un parque eólico en casa

La energía minieólica promete una revolución en el sector de las renovables. Los pequeños molinos abastecen zonas aisladas y producen electricidad. En Gipuzkoa hay 28 instalados

DV. Imaginemos el futuro del paisaje urbano en cinco años: azoteas pobladas de antenas de telefonía, parabólicas, pararrayos, paneles solares y, por qué no, pequeños molinos de viento en tejados y jardines. El imparable desarrollo de las energías renovables promete una nueva revolución, la que protagonizará la minieólica, un sector que intenta despegar en España, pese a la falta de legislación específica y al alto coste de esta tecnología.

Los mini molinos de uso doméstico beben de la misma fuente que sus hermanos mayores: el viento. Pero, al margen del tamaño -los primeros no superan los 15 metros de altura, mientras los segundos pieden alcanzar 120 metros-, les separan muchas más diferencias. Los pequeños aerogeneradores están pensados para abastecer de energía a zonas aisladas como caseríos, albergues o granjas, a donde no llega el suministro eléctrico. También pueden ser conectados a la red convirtiendo al consumidor en productor de energía a pequeña escala, lo que permite ahorrar en la factura energética.

Son aparatos que no pueden superar los 100 kilovatios de potencia. Se instalan sobre torretas en jardines, aunque también hay modelos de tan sólo 70 centímetros de diámetro que pueden colocarse sobre el tejado, como una parabólica. En Navarra, la empresa Inerzia se especializó hace dos años en este prototipo, de 500 vatios de potencia. El modelo se llama Enflo y ya han instalado 40 equipos por toda España. Las turbinas de entre 3 y 5 kilovatios de potencia son algo más comunes, pero siguen siendo una pequeñez al lado de los 2.000 kilovatios que producen los gigantes blancos de los parques eólicos.

En Gipuzkoa, se han instalado 28 mini turbinas -la primera en 1998-, según datos del Ente Vasco de la Energía aportados por la asociación de productores de energías renovables Appa. Si al lector le pica la curiosidad, puede ver uno de estos aparatos en la finca Fraisoro de la Diputación, en Zizurkil, y otro en la entrada del parque de Pagoeta, en Aia, ambos fabricados por la empresa tolosarra Obeki, uno de los tres fabricantes que hay en España. En total, en Euskadi hay un centenar de aerogeneradores instalados (33 en Álava y 38 en Vizcaya), pero «el interés es creciente», asegura Beñat Sanz, técnico de la sección de minieólica de la Appa. De hecho, el sector espera ser el próximo gran beneficiado de la regulación estatal en apoyo a las renovables, como ha ocurrido con la energía fotovoltaica, ya visible en muchos edificios.

Las empresas llevan varios años de adelanto para partir de la primera línea de salida en la carrera energética. «España cuenta con fabricantes de aerogeneradores de minieólica que han ido desarrollando una industria propia gracias, principalmente, a la exportación y al suministro para instalaciones aisladas», explica Francisco Javier Forte, presidente de la sección de minieólica de la Appa. En países como Estados Unidos, Reino Unido, Portugal o Francia ya han regulado esta tecnología de manera específica. También son un buen mercado los países en desarrollo, donde la falta de infraestructuras y de suministro se suple con este tipo de generadores eléctricos.

La tarifa eléctrica

La falta de legislación es la principal barrera que impide el desarrollo del sector. Según explica Beñat Sanz, la energía minieólica está catalogada en el mismo marco regulatorio que la gran eólica, aun siendo dos tecnologías de generación «muy dispares». En la práctica, las bonificaciones por el uso de esta energía son mucho menores que las que se conceden por la utilización de placas solares. «Un kilovatio producido con energía eólica se paga a 0,07 euros. Las primas a la fotovoltaica llegaron a pagarse a 0,5 euros el kilovatio hora», precisa Javier Múgica, director comercial de Obeki. La tramitación, además, es la misma que habría que cumplir para instalar un parque de grandes dimensiones.

La empresa tolosarra Obeki, especializada en la fabricación de motores, se aventuró con la minieólica hace tres años. Y desde entonces no le han faltado pedidos. Uno de los últimos ha viajado hasta la Universidad de Murcia, en cuyos terrenos se han instalado una docena de minimolinos conectados a la red. Múgica hace hincapié en la necesidad de regular de forma específica este tipo de energía, porque con la normativa actual «rentabilizar una instalación puede costar quince años», lo que retrae a los particulares. El precio varía en función de la potencia contratada. Las instalaciones más pequeñas rondan los 3.000 euros, aunque otras pueden llegar a los 20.000.

La falta de un modelo estandarizado resta atractivo al sector. Los investigadores de la minieólica tienen que perfeccionar muchos aspectos para popularizar las pequeñas turbinas. Hace falta solucionar, por ejemplo, cuestiones tan importantes como el impacto sonoro, las vibraciones y el efecto visual de las instalaciones. En unas jornadas celebradas por el Ciemat (el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, adscrito al Ministerio de Ciencia e Innovación), los productores dejaron claro que «el potencial de la minieólica abre una nueva posibilidad» en el campo de las energías renovables, pero hay que seguir dando pasos para su aceptación legislativa y social. La asociación de productores Appa no ceja en su empeño para que la nueva eólica sea incluida en el próximo Plan de Energías Renovables 2011-2020 del Gobierno, lo que significaría su respaldo definitivo. aldaz

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